Viaje de Santiago a Baracoa
“Y las viejas banderas llamando a las trincheras
desde el mural añil de la pared
donde una mano ha escrito ‘Haydee, te necesito’
sobre la boina mítica del Che”
Asela nos despertó al amanecer. Nos despedimos de ella y nos fuimos en taxi a la terminal de Viazul para abordar el autobús que nos llevaría a Baracoa que, como siempre, partió puntualmente.
La primera mitad del viaje atravesamos pequeños poblados, repletos de niños que iban a la escuela y que saludaban al paso del autobús.
Cuando llegamos a la ciudad de Guantánamo hicimos una parada de diez minutos, que aprovechamos para comprar una botella de agua: el calor era impresionante y todavía no llegábamos a media mañana.
Luego de dejar atrás Guantánamo la carretera es digna de pegar la nariz a la ventanilla.
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En primer lugar el autobús llega hasta la costa sur de Cuba y se puede apreciar el turquesa Mar Caribe durante kilómetros de agrestes y pequeñas calas alternadas con acantilados y rocas. Algunas playas de la zona son Playa Imías y Playa Yacabo. Quien haga este viaje no olvide sentarse del lado contrario al del conductor del autobús, para ver los mejores paisajes.
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Más adelante, siempre por la costa, el autobús llega a Cajobabo. Junto a una pequeña y desierta playa hay un monumento que recuerda el desembarco de José Martí en ese preciso lugar en 1895, con el objetivo
de iniciar la segunda guerra por la independencia de Cuba. El monumento es muy pintoresco: una pequeña barcaza con un tranquilo Martí sentado en ella dispuesto a desembarcar.
Una vez se deja atrás Cajobabo el autobús gira hacia el norte y se dirige a Baracoa por la mítica carretera
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La carretera es una vía de montaña impresionante, rodeada de exuberante vegetación, ríos amarillos y chocolatados, paisajes de ensueño, poblados imposibles con casas de madera y bambú y como siempre, niños, muchos niños jugando a sus anchas por todas partes. En Cuba los niños son la cara de la felicidad.
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Faltaban
Minutos después seguimos viaje hasta Baracoa.
Baracoa
“Desde el balcón, la calle era un danzón
y el cielo, una acuarela
manchada por las velas
de las tres carabelas de Colón”
Cuando el autobús llegó a la pequeña terminal de Baracoa, un ejército de hombres, mujeres y niños, carteles en mano, se disponían a abordar a los viajeros para alojarlos en sus casas particulares.
Luego advertimos que Baracoa es en realidad un hotel gigante de mil puertas: prácticamente todas las casas están habilitadas para rentar habitaciones a turistas y se podría decir que todos los dueños de todas las casas estaban allí, en la terminal.
Entre la alborotada muchedumbre divisamos un cartel que decía “Daniel y Mariana”. Era Onoria Delgado, la dueña de la casa que habíamos reservado por e-mail desde Buenos Aires.
Llegamos a ella esquivando gente al mejor estilo estrella pop gambeteando fans a la salida de un concierto.
Fuimos andando hasta su casa, a sólo tres cuadras de la terminal.
El calor era algo difícil de describir. Onoria no tuvo mejor idea que recibirnos con un zumo de frutas helado reparador. Enseguida congeniamos con ella.
La casa de Onoria es sencilla, pero tiene todo para hacerse querer por el viajero. En especial un balcón con vista a la bahía de Baracoa y a El Yunque, la montaña de cima plana emblemática de la ciudad.
Nuestra primera salida en Baracoa fue al Banco de Crédito y Comercio, ya que nos quedaban pocos CUC de los cambiados en el aeropuerto de
Luego regresamos a
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Nos sentamos en la que quedaba a salvo del inclemente astro rey y pedimos lo que haya. Nos sirvieron una tortilla de papas, un tostado de jamón y queso, aros de cebolla, un poco de pollo y una ración de papas fritas, todo acompañado de dos Tukolas, el refresco cubano que imita a
La comida no estaba mal por ser un restaurante estatal y fuera del horario de almuerzo.
En la mesa de al lado, la única ocupada y a la sombra como dije, un grupo de tres cubanos: uno decididamente homosexual, uno que nos pareció que pateaba hacia las dos porterías y un tercero que no pudimos clasificar.
El que era decididamente homosexual hablaba a los gritos recordando amores pasados, el que jugaba a dos puntas, botella de ron en mano, quería a toda costa vendernos algo, desde una actuación musical hasta alquilarnos una bicicleta.
La charla fue haciéndose más amena a medida que fueron advirtiendo que sacarnos un CUC iba a ser más difícil que ver a Fidel Castro tomando fotos en el Empire State.
Finalmente terminamos a las risas, hablando de Argentina, del tango, de la vida en Cuba y del cambio positivo que hubo en la isla respecto a la homosexualidad.
Más tarde caminamos hacia el sur de la ciudad por la calle José Martí hasta el Museo Municipal. Luego regresamos al centro por el Malecón.
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El Malecón de Baracoa no es ni por asomo tan cautivante ni fotogénico como el de
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Llegamos hasta la punta norte, donde se halla la estación de autobuses, que por ese entonces estaba desierta, nada que ver con nuestra llegada: a Baracoa llega un solo autobús al día y es el momento para que los dueños de casas particulares capten a sus clientes.
Contigua a la terminal, una estatua del Cacique Hatuey domina la escena.
Hatuey se levantó en armas contra los españoles durante el siglo XVI, causando estragos a los conquistadores utilizando avanzadas tácticas de guerra de guerrillas. Finalmente fue encarcelado y condenado a morir en la hoguera.
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Cuenta la leyenda que antes de proceder a su ejecución, un sacerdote le ofreció una cruz a Hatuey, y le preguntó si quería ir al cielo.
Hatuey respondió: ¿Allí irás tú y el resto de los españoles? Cuando el cura respondió que sí, Hatuey dijo que entonces prefería el infierno.
Curiosamente la historia salió a la luz a partir del libro “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, de Fray Bartolomé de las Casas, un cura español de notable tarea en la protección de los derechos de los indígenas.
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Poco más adelante, cuando el malecón finaliza, ya a
Mientras, un grupo de chicos castigaban un gastado balón de fútbol en plena calle, por la que no parecía circular un coche desde hacía al menos cinco décadas, o quizás desde siempre.
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Volvimos a la casa de Onoria y poco después cenamos en su casa: pescados y mariscos, papas y bananas fritas, ensaladas, zumos de frutas y todo con el sabor casero e inigualable de Onoria, la mejor cocinera de Cuba según mi experiencia.
Opíparos, nos dirigimos a hacer la digestión a
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La entrada es gratuita y sólo se cobra lo que se beba a precios muy razonables. La pasamos genial y hablamos largo rato con un joven cubano sobre su país, la situación política y las ventajas y desventajas de la vida en Cuba con relación al resto del mundo. Como siempre, asombran los conocimientos que tienen la mayoría de los cubanos sobre casi cualquier tema que se toque.
Luego de tres días en
Por si hiciera falta, se cierra el tránsito y se baila y bebe hasta altas horas de la madrugada. Es una de las fiestas más genuinas de Cuba.
A la mañana siguiente, caminamos hacia el Museo de Arqueología, del que
Nos despedimos de él y fuimos al Hotel El Castillo, para disfrutar de las maravillosas vistas desde su terraza, con la ciudad debajo y el mar de fondo.
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Posteriormente, saboreamos un chocolate cargado y espeso (muy recomendable) en
Volvimos a
Nos fuimos de Baracoa.
Un largo viaje en autobús nos esperaba.
Continuara ....
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