Pero si traigo a colación el edificio del Círculo no es por las citas culturales que habitualmente tienen lugar en él, ni por el interés arquitectónico que tiene por sí mismo la bella construcción de los años veinte, sino por un rincón casi secreto que suele estar oculto a la mirada del público y que durante estas vacaciones (hasta el próximo día ocho de enero) ha estado abierto a los madrileños y foráneos que hayan querido visitarlo: su espléndida terraza.
Espléndida por varias razones y, por supuesto, por las maravillosas vistas que nos ofrece: al este la Plaza de Cibeles, la Puerta de Alcalá más lejos y casi a nuestros pies la enorme mole del Banco de España; al norte y al sur la ciudad entera, desde los barrios populares más allá de Atocha y las Rondas hasta los nuevos rascacielos al final de la Castellana; y al oeste las cuadrigas de la vieja sede del Banco de Bilbao, tan cinematográficas ellas, e incluso el anuncio de Tío Pepe que completa la Puerta del Sol.
Sin olvidarnos, por supuesto, de una de las perspectivas más conocidas de la ciudad: ese principio de la Gran Vía pintado tan bien por Antonio López y con la maravillosa esquina del edificio Metrópolis y su figura alada que, vista ahora de cerca, está claro que no es un ángel.
Pero la propia terraza es interesante, con su peculiar templete (que eso sí, hace que las vistas sean menos completas) y con la estatua de la diosa Minerva, protectora de las artes y símbolo del Círculo. En cierto sentido y a pesar de la evidente diferencia de masa estando allí arriba me daba la sensación que uno y otra mantenían un diálogo y una cierta tensión que le daba al lugar un aire muy especial.
Que yo recuerde es la primera vez, aunque quizá me equivoque, que esta terraza está abierta, pese a lo cual pude comprobar que está perfectamente acondicionada para recibir la visita de los turistas y los madrileños curiosos. Así que espero que volvamos a tener la oportunidad de subirnos al bello edificio, contemplar una de las zonas más bellas de Madrid desde una perspectiva muy especial y, como no, mirar casi a los ojos a la férrea Minerva que habitualmente nos observa desde muchos metros más arriba, cuando pasamos a sus pies camino de Sol o Gran Vía.
PD.: He estado tomándome unas vacaciones que necesitaba un tanto radicales y he abandonado conscientemente este pequeño espacio de la blogocosa, aquellos (pocos) que estuviesen preocupados que lancen las campanas al vuelo y griten las aleluyas: he vuelto :-).
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