lunes, 13 de julio de 2009

Rincones (casi) secretos de Madrid: el Teleférico de Rosales

El viejo Teleférico de Rosales (ha cumplido recientemente 40 años) es un recuerdo turístico asociado a mi más tierna infancia, cuando las cabinas suponían lo más parecido a volar que yo podía imaginar. Hoy, el vértigo no es el mismo, pero sigue siendo una excursión recomendable para pasar una tarde diferente en la capital, y las vistas son como estonces estupendas…

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El Teleférico madrileño sale del Paseo del Pintor Rosales, ya en el Parque del Oeste, sus cabinas sobrevuelan ese parque, el río Manzanares, la M30 y parte de la Casa de Campo, donde termina su recorrido dos kilómetros y medio después de haberlo iniciado.

Las cabinas tienen capacidad para seis pasajeros, pero normalmente los operarios las dejan ir con menos, así que podrá hacer un viaje más agradable con su pareja o su familia sin compartir el reducido espacio con extraños.

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La altura del viaje no es excesiva, tan sólo unos 40 metros que es mucho menos que gran cantidad de edificios de la ciudad (de hecho, se pasa junto a una torre cuyas ventanas ofrecen una peculiar vista para los más curiosos), pero es suficiente para ofrecer una perspectiva diferente de Madrid y algunas de sus vistas más hermosas, especialmente las del oeste de la ciudad en las que destaca el Palacio Real, aunque la Almudena a su lado estropee bastante el marco incomparable.

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Por supuesto, es una excursión muy recomendable para hacer con los peques de la casa, a los que les encantará el “vuelo” de las cabinas y que lo vivirán como una gran aventura.

Además, aunque lo importante en el Teleférico es el propio trayecto, al llegar al final del recorrido encontrarán varias posibilidades interesantes que pueden ayudarle a completar una tarde divertida: el Parque de Atracciones está a tiro de piedra; por supuesto, la Casa de Campo es un sitio excelente para caminar y hay muy cerca unos columpios que encantarán a sus niños; finalmente, el propio edificio de llegada tiene una cafetería con una terraza muy agradable en la que pasar un buen rato.

El único pero que ponerle es que resulta muy difícil sacar buenas fotografías durante el trayecto: el propio balanceo de la cabina no ayuda mucho y, además, por muy comprensibles razones de seguridad sólo tenemos un par de pequeño huecos en las ventanas por los que sacar el objetivo en una pose imposible y con la que la mayor parte de las fotos nos saldrán movidas.

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Si aún así quieren atreverse, traten de hacer el trayecto de vuelta (que es el que ofrece mejores perspectivas) a una hora avanzada de la tarde, poco antes de ponerse el sol encontrarán una luz excelente.

MAS
Tienen toda la información necesaria en la web del Teleférico.
Y pueden ver mis fotos del Teleférico en Flickr.



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