Gracias a eso, hoy por hoy esta pequeña ciudad es un lugar que merece una visita, varias visitas si me apuran, y gracias también a ese desfase cronológico, al menos en parte, ha llegado hasta nosotros con un grado importante de pureza, lo que probablemente no habría sido posible de haber tenido más éxito la ciudad en los últimos siglos, de haberse desarrollado más.
En definitiva, cierto fracaso de Sigüenza, que no ha podido ser hoy en día lo que era en la Edad Media, nos la brinda ahora como un bonito regalo, tanto como que este pasado fin de semana la localidad guadalajareña fue el punto de partida de una de las rutas viajeras que recorrimos en Viajes en sillón, la parte turística del Estamos en fin de semana de esRadio.
Llegar a Sigüenza es ver desde lejos el Castillo y la Catedral, cada uno en una parte del pueblo y los dos formando un conjunto muy armónico, no solo porque a ambos los contempla una imponente y similar cantidad de siglos, sino porque parecen cumplir una función similar y se diría que lo guerrero le ha ganado la partida a lo religioso tanto en uno como en la otra.
No en vano los dos edificios fueron impulsados, la iglesia desde cero y el castillo a partir de las previas construcciones musulmanas, por los mismos obispos, que además fueron también los que arrebataron la plaza al infiel, ya que Sigüenza fue conquistada por las huestes del arzobispo de Toledo, para que luego digamos que la Iglesia de hoy en día es belicosa.
Así, la Catedral tiene algo de fortaleza, lo que le da un aspecto imponente y recio desde el exterior, más impresionante que bello, si queremos ser sinceros. El interior, por el contrario, es más hermoso y ya su altísima bóveda gótica (en el buen sentido) nos sorprende, llegando esa sorpresa al máximo en la famosa Capilla de los Arce, donde está la todavía más famosa estatua del Doncel.
Tras visitar la catedral un buen recorrido turístico de la ciudad es iniciar la ascensión hacia el Castillo, que hoy es un imponente Parador de Turismo, a través de la Plaza del Ayuntamiento y de la Calle Mayor, pero mi consejo es que en lugar de llegar hasta arriba del todo por esta misma calle se desvíen por las travesañas, las dos callejas perpendiculares que atraviesan todo el casco viejo, y se pierdan por el pequeño pero encantador entramado de callejones y plazuelas.
Las casas son señoriales, y las hay en todos los tramos de conservación: desde las que están recientemente restauradas o perfectamente mantenidas hasta las que anuncian con sus paredes combadas la necesidad de que llegue pronto el socorro en forma de una obra salvadora. Incluso las hay que ya no han podido resistir el peso de los años y nos ofrecen algunas fotogénicas ruinas.
No menos fotogénicas que los tramos todavía en pie de las murallas y, sobre todo, que las encantadoras puertas que todavía se mantienen en pie: del sol, del hierro, arquillo de San Juan… tan modestas como auténticas.
Un casco viejo pequeño (como todo en Sigüenza menos la catedral y el castillo) pero en el que se puede recorrer y reconocer las distintas zonas: la de las casas nobles, la de la judería, la de los artesanos mudéjares…
Especialmente recomendable para pasear (y para fotografiar, como bien dijo Ángel Martínez Bermejo en el programa) a última hora de la tarde y primera de la noche, evitando a los muchos turistas que visitan la ciudad en un único día de ida y vuelta y disfrutando de una ciudad medieval casi para nosotros y, oh maravilla, incluso con ese extraño y tan buscado silencio.
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