El viajero aficionado y el fotógrafo aficionado son dos especimenes que suelen unirse en un único ser humano. Por si esto no fuera poco los viajes son una de las escasas ocasiones, junto con las celebraciones de cumpleaños por ejemplo, en las que todo el mundo saca fotografías. Sin embargo, tanto en un caso como en otro los resultado suelen ser algo decepcionantes: en la fiesta estábamos más guapos y los monumentos y los paisajes eran mucho más hermosos.
En este artículo pretendo darles algunos pocos consejos que quizá les sean de utilidad a la hora de hacer fotografías de sus viajes. Ya sé que esto puede sonarles un poco atrevido puesto que no soy fotógrafo profesional, pero voy a correr el riesgo por dos razones: a) hago exactamente el mismo tipo de viaje rápido/barato que ustedes, así que tengo una idea bastante aproximada de las condiciones en las que harán sus fotos; y b) tengo una desvergüenza notable.
El primer consejo y mandamiento del fotógrafo de viajes es que debe usted tomarse el tiempo que cada foto necesita. Una de las cosas que más suele faltarnos cuando estamos de viaje es tiempo, por lo que no es fácil hacer algo más que bajarse del autobús y soltar una ráfaga al monumento de turno. Sin embargo, hay que hacer el esfuerzo: una vez decidido el encuadre tómese unos segundos para estudiarlo bien y atender a pequeños detalles que marcarán la diferencia: que la fotografía no “caiga” hacia un lado, que ese andamio de la obra de restauración no se nos haya colado por un borde, que no se vea nuestra sombra…
Una segunda cosa que debemos intentar es aprovechar los momentos en los que la luz es mejor, y las mejores luces son las de las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde. Esto implica que, en la medida de lo posible, debe usted hacer el esfuerzo de madrugar un poquito más de lo que sería deseable, pero todo sea por el arte, ¿no?
Tercer consejo: muévase, una fotografía excelente puede estar sólo unos pasos más allá de una mediocre, búsquela, valore perspectivas un poco más imaginativas que la típica foto frontal que hacen todos, introduzca elementos que aporten interés y, sobre todo, descarte varias antes de decidirse por una imagen. No se asuste por el tiempo que necesitará, ese proceso puede ser cosa de dos minutos.
Cuarto “mandamiento”: manténgase siempre alerta y lleve siempre la cámara consigo. La ley de Murphy es implacable al respecto y si olvida su cámara en el hotel será cuando se encuentre con la estampa local más exótica y deliciosa, el atardecer más espectacular de los últimos 14 lustros o, como seguro que le ha pasado a algún turista en Nueva York esta semana, el concierto sorpresa de U2. Su cámara debe estar siempre a su alcance y usted debe tener el “gatillo preparado” permanentemente.
Por último, y aunque esto no sea estrictamente “hacer” fotos, no olvide seleccionar sólo las mejores de sus imágenes a la hora de enseñárselas a sus familiares, amigos, compañeros de trabajo y víctimas en general. En mis viajes suelo hacer bastantes fotos y luego enseño un máximo de una de cada tres, esto evita sesiones aburridas y repetitivas y mejora espectacularmente el nivel medio de calidad y, por tanto, el disfrute del espectador.
Leer mas...
En este artículo pretendo darles algunos pocos consejos que quizá les sean de utilidad a la hora de hacer fotografías de sus viajes. Ya sé que esto puede sonarles un poco atrevido puesto que no soy fotógrafo profesional, pero voy a correr el riesgo por dos razones: a) hago exactamente el mismo tipo de viaje rápido/barato que ustedes, así que tengo una idea bastante aproximada de las condiciones en las que harán sus fotos; y b) tengo una desvergüenza notable.
El primer consejo y mandamiento del fotógrafo de viajes es que debe usted tomarse el tiempo que cada foto necesita. Una de las cosas que más suele faltarnos cuando estamos de viaje es tiempo, por lo que no es fácil hacer algo más que bajarse del autobús y soltar una ráfaga al monumento de turno. Sin embargo, hay que hacer el esfuerzo: una vez decidido el encuadre tómese unos segundos para estudiarlo bien y atender a pequeños detalles que marcarán la diferencia: que la fotografía no “caiga” hacia un lado, que ese andamio de la obra de restauración no se nos haya colado por un borde, que no se vea nuestra sombra…
Una segunda cosa que debemos intentar es aprovechar los momentos en los que la luz es mejor, y las mejores luces son las de las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde. Esto implica que, en la medida de lo posible, debe usted hacer el esfuerzo de madrugar un poquito más de lo que sería deseable, pero todo sea por el arte, ¿no?
Tercer consejo: muévase, una fotografía excelente puede estar sólo unos pasos más allá de una mediocre, búsquela, valore perspectivas un poco más imaginativas que la típica foto frontal que hacen todos, introduzca elementos que aporten interés y, sobre todo, descarte varias antes de decidirse por una imagen. No se asuste por el tiempo que necesitará, ese proceso puede ser cosa de dos minutos.
Cuarto “mandamiento”: manténgase siempre alerta y lleve siempre la cámara consigo. La ley de Murphy es implacable al respecto y si olvida su cámara en el hotel será cuando se encuentre con la estampa local más exótica y deliciosa, el atardecer más espectacular de los últimos 14 lustros o, como seguro que le ha pasado a algún turista en Nueva York esta semana, el concierto sorpresa de U2. Su cámara debe estar siempre a su alcance y usted debe tener el “gatillo preparado” permanentemente.
Por último, y aunque esto no sea estrictamente “hacer” fotos, no olvide seleccionar sólo las mejores de sus imágenes a la hora de enseñárselas a sus familiares, amigos, compañeros de trabajo y víctimas en general. En mis viajes suelo hacer bastantes fotos y luego enseño un máximo de una de cada tres, esto evita sesiones aburridas y repetitivas y mejora espectacularmente el nivel medio de calidad y, por tanto, el disfrute del espectador.
Atardecer en Kom Ombo, Egipto.