sábado, 2 de abril de 2005

Desde Little Italy

La principal sensación que tengo desde que salí del metro junto a Times Square es que Nueva York es decididamente real. Ser la ciudad más retratada por la ficción cinematográfica y televisiva podría haber creado una dura barrera de expectativas capaz de acabar con la emoción de cualquier viajero, pero muy al contrario la Gran Manzana te va mostrando lo que esperas de ella y lo hace sin reservas.

Cuando escribo estas líneas (que se publicarán mucho más tarde) me encuentro en Little Italy frente a un reconfortante capuchino ardiendo, ideal para un día lluvioso como hoy, y una “Strawberry cheesecake” que haría a Lázaro correr los cien metros lisos en menos de diez segundos. Mulberry Street, que cerca de aquí se transforma en Chinatown, es en este tramo una calle llena de restaurantes, tan turística como inequívocamente italiana. Los dueños de todos ellos probablemente ya no viven aquí, empujados por los chinos que están expandiendo su zona mucho más allá de sus límites tradicionales, pero todavía se saludan gritando ¡buon giorno! de un lado al otro de la calle.

Esto es Little Italy y no podría ser de otra forma porque, ciertamente, esta calle es tan neoyorquina o más que propiamente italiana pero, sobre todo, es ambas cosas. En cualquier caso, y ahí radica su mérito y el de toda esta alucinante ciudad, tal y como esperábamos que fuese, pero un poco mejor, o más grande, o más impresionante, palabras todas que ya me parecen sinónimo de neoyorquino.




Uno de los más famosos (y cantosos) restaurantes de la Pequeña Italia.




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