Ésta es una de las imágenes que recuerdo con más cariño de mi viaje a París hace cuatro años. Una ciudad nublada, tenue, gris, contemplada por una gárgola impertérrita. Parece que esté a punto de caer una buena nevada... pero era agosto y la temperatura no bajaba de los 20 grados. Tuve que hacer cola para subir a la torre de Notre-Dame, y mereció la pena.
En diciembre vuelvo a la ciudad de la luz, luz que aquel día no se mostró apenas. De nuevo subiré a Notre Dame y veremos qué estampa me depara entonces el día. Para diciembre las temperaturas medias de París rondan los cinco grados. ¿Quizá pueda ver entonces una ciudad nevada? Desde luego, sería otra imagen inolvidable...
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