Tras este primer contacto con la gran Herradura Canadiense que les contaba ayer, nos decidimos a cruzar la frontera para conocer el lado americano, así que allá fuimos, a pie y bajo el frío, y tras sortear a los no excesivamente amables policías americanos volvimos a los Estados Unidos (por cierto, esto me hace pensar que he entrado a pie en ese país, lo que no deja de ser curioso para un español).
Es llamativo, por cierto, que los dos lados de la frontera responden a lo opuesto que muchos esperarían de ellos: la parte americana destaca por su entorno mucho mejor conservado, con un parque delicioso salido de los lápices expertos de Olmsted y Vaux, los creadores del Central Park de NYC y que abanderaron una cruzada para restaurar y preservar las cataratas.
La parte canadiense es la que tiene los grandes hoteles, los casinos y un pueblo que en algunas de sus calles parecía salido de uno de esos telefilmes ambientados en la américa profunda de Nebraska o Arkansas.
La catarata americana se divide en realidad en dos, ya que una de sus partes es una tercera caída de agua independiente llamada el "Velo de la novia". Sin dejar de ser impresionantes, no tienen la altura ni el caudal de la canadiense, pero a cambio se pueden ver algo mejor ya que hay miradores, especialmente la llamada Isla de la Luna, completamente en el borde y con el agua rodeándote por ambos lados.
También desde el lado americano hay unas vistas impresionanes de la catarata de Canadá y, sobre todo, la posibilidad de tomar algunas fotos en las que aparezcan las dos grandes corrientes de agua. Y los cinéfilos recordarán escenas aun más míticas que las de Superman 2: nada más y nada menos que Marilyn Monroe como una turista de luna de miel en las cataratas. Las rojas escaleras de la americana eran escenario de algunas inolvidables escenas de Niagara.
En nuestro segundo día, y ya con algo menos de frío, nos decidimos a tomar el Maid of the Mist, el pequeño barco que lleva a los turistas casi al pie de la catarata canadiense. Salió el sol por fin (el día anterior había sido tremendamente gris y fotográficamente fustrante) pero la magnitud del espectáculo natural y la cantidad de agua que azota los pequeños barquitos impidieron que lograse un registro fotográfico muy interesante.
Además, llegados a ese punto me di cuenta de que era uno de esos pocos momentos en los que uno debe decidirse a dejar la cámara a un lado y disfrutar de lo que nos rodea sin más.
Unas notas sobre Niagara Falls, CA
Una de las cosas que más me sorprendió del viaje fue el pequeño pueblo que está junto a las cataratas en el lado canadiense, que se llama Niagara Falls, como su vecino del otro lado de la frontera. Como ya he dicho, me pareció que este lugar era, pese a no estar en los Estados Unidos, lo más inequívocamente americano que he visto en mi vida.
Además de lo directamente relacionado con las cataratas, de los hoteles y de los grandes restaurante Niagara Falls tiene para los turistas un curioso lugar llamado Clifton Hill: una calle con todo el entretenimiento en cartón piedra que una familia americana puede desear, con salones de juegos y lugares de tanto interés como el mini golf del Parque de los Dinosaurios, el Museo de Cera de las Estrellas, el Salón de la Fama de la WWF, la Fábrica de las Pesadillas... todo con un punto un tanto cutre y muy muy yanqui.
El resto del pueblo era también llamativo: tras el decorado de los grandes hoteles, las atracciones y Clifton Hill se escondía una peculiar realidad de calles anchas y un tanto sucias, moteles pequeños que parecían pensados para el crimen o el adulterio (o quién sabe si para ambos), casas más bien pobres y, curiosamente, muchas tiendas de tabaco en las que se vendían puros cubanos, para que luego nos hablen de lo terrible que es el embargo...
Pero también ese recorrido por detrás del decorado vale la pena y es parte del interés de una visita que las cataratas justifican más que de sobra y que, si tienen la oportunidad, no deben perderse. Eso sí, vayan en la época que vayan, no olviden llevarse ropa de abrigo.
Más información
Web de Niagara Falls, Canada
Las cataratas en la wikipedia, en inglés y en español.
Y no dejen de leer la primera parte de este artículo.
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Es llamativo, por cierto, que los dos lados de la frontera responden a lo opuesto que muchos esperarían de ellos: la parte americana destaca por su entorno mucho mejor conservado, con un parque delicioso salido de los lápices expertos de Olmsted y Vaux, los creadores del Central Park de NYC y que abanderaron una cruzada para restaurar y preservar las cataratas.
La parte canadiense es la que tiene los grandes hoteles, los casinos y un pueblo que en algunas de sus calles parecía salido de uno de esos telefilmes ambientados en la américa profunda de Nebraska o Arkansas.
La catarata americana se divide en realidad en dos, ya que una de sus partes es una tercera caída de agua independiente llamada el "Velo de la novia". Sin dejar de ser impresionantes, no tienen la altura ni el caudal de la canadiense, pero a cambio se pueden ver algo mejor ya que hay miradores, especialmente la llamada Isla de la Luna, completamente en el borde y con el agua rodeándote por ambos lados.
También desde el lado americano hay unas vistas impresionanes de la catarata de Canadá y, sobre todo, la posibilidad de tomar algunas fotos en las que aparezcan las dos grandes corrientes de agua. Y los cinéfilos recordarán escenas aun más míticas que las de Superman 2: nada más y nada menos que Marilyn Monroe como una turista de luna de miel en las cataratas. Las rojas escaleras de la americana eran escenario de algunas inolvidables escenas de Niagara.
En nuestro segundo día, y ya con algo menos de frío, nos decidimos a tomar el Maid of the Mist, el pequeño barco que lleva a los turistas casi al pie de la catarata canadiense. Salió el sol por fin (el día anterior había sido tremendamente gris y fotográficamente fustrante) pero la magnitud del espectáculo natural y la cantidad de agua que azota los pequeños barquitos impidieron que lograse un registro fotográfico muy interesante.
Además, llegados a ese punto me di cuenta de que era uno de esos pocos momentos en los que uno debe decidirse a dejar la cámara a un lado y disfrutar de lo que nos rodea sin más.
Unas notas sobre Niagara Falls, CA
Una de las cosas que más me sorprendió del viaje fue el pequeño pueblo que está junto a las cataratas en el lado canadiense, que se llama Niagara Falls, como su vecino del otro lado de la frontera. Como ya he dicho, me pareció que este lugar era, pese a no estar en los Estados Unidos, lo más inequívocamente americano que he visto en mi vida.
Además de lo directamente relacionado con las cataratas, de los hoteles y de los grandes restaurante Niagara Falls tiene para los turistas un curioso lugar llamado Clifton Hill: una calle con todo el entretenimiento en cartón piedra que una familia americana puede desear, con salones de juegos y lugares de tanto interés como el mini golf del Parque de los Dinosaurios, el Museo de Cera de las Estrellas, el Salón de la Fama de la WWF, la Fábrica de las Pesadillas... todo con un punto un tanto cutre y muy muy yanqui.
El resto del pueblo era también llamativo: tras el decorado de los grandes hoteles, las atracciones y Clifton Hill se escondía una peculiar realidad de calles anchas y un tanto sucias, moteles pequeños que parecían pensados para el crimen o el adulterio (o quién sabe si para ambos), casas más bien pobres y, curiosamente, muchas tiendas de tabaco en las que se vendían puros cubanos, para que luego nos hablen de lo terrible que es el embargo...
Pero también ese recorrido por detrás del decorado vale la pena y es parte del interés de una visita que las cataratas justifican más que de sobra y que, si tienen la oportunidad, no deben perderse. Eso sí, vayan en la época que vayan, no olviden llevarse ropa de abrigo.
Más información
Web de Niagara Falls, Canada
Las cataratas en la wikipedia, en inglés y en español.
Y no dejen de leer la primera parte de este artículo.